Llego tarde a casi todo y suelo irme pronto de las fiestas. En este caso, llego tarde a comentar el cierre de elBarri, del que se ha escrito tanto y tan rápido, como si un fenómeno así –elBarri, no su concurso de acreedores– tuviera una magnitud fácilmente aprehensible. Llego tarde, entre otras cosas, porque la noticia me ha impactado y, sinceramente, no he sabido qué opinar –ni nadie me ha pedido que lo haga–.
Me ha dejado algo agitado, la verdad, a pesar que llevo recibiendo señales de que esto iba a suceder desde el pasado mes de septiembre. Así que no es que no lo esperase. Es que no quería que sucediera. Y luego, además, me ha perturbado el jolgorio que algunas personas han expresado por este final, una alegría corta de miras, desde mi punto de vista.
Me ha despertado del letargo este texto de Claudia Ferreres, ex-trabajadora de elBarri y experta en restauración y hostelería. En cuanto lo he leído, esta mañana, sin salir de la cama, he escrito a Claudia para expresarle que sus palabras me parecían muy hermosas. Así que esa lectura me ha despertado de forma metafórica pero también en la estricta realidad.
La estricta realidad es que el cierre de elBarri es un fracaso. Pero uno de los buenos. Como nos recuerda la periodista cultural Anna María Iglesia en Ese famoso abismo, una fecunda conversación mantenida con Enrique Vila-Matas, el «fracaso lo conocen todos los escritores serios» –la frase es de Vila-Matas–.
Yo añadiría que el fracaso lo conocen todas las personas que intentan hacer algo serio y que elBarri ha sido una cosa muy seria.
Criticarán el modelo, basado en el turismo y un tique medio elevado, como si el modelo de un restaurante situado en una pequeña y remota población del interior de Cataluña no bebiera también del turismo interno.
Cuestionarán que se hable más del cierre de elBarri que del resto de la restauración, como si ante un hipotético cese de la actividad futbolística en Barcelona los periódicos no fueran a dedicar más páginas al Barça y al Español que al Europa y al Júpiter.
Juzgarán cruel y neoliberal el modelo laboral del grupo, aspecto del que tengo poca información, francamente, aunque la poca que tengo no apunta en esa dirección –ni en la de Teresa de Calcuta–.
También habrá una masa tremendamente ignorante que dirá que en elBarri se comía mal.
Yo recordaré elBarri como un sitio en el que he celebrado y he visto celebrar muchas cosas. Recordaré la sonrisa de Rachid; la tenacidad de Mamadou; la amabilidad de Claudia; la hospitalidad de Xavi, de Sussie, de Cristina y de Àngel; la brillante cocina de Pedro, de Sebastián, de Oliver, de Jorge y de Paco; los cócteles de Marc; las tertulias con Juan Carlos, la generosidad de Albert y la profesionalidad de tantas caras de las que no tengo un nombre. A todos ellos les deseo muchos más fracasos como este y que hagan suya este verso de Santi Balmes: «Si caímos en picado es porque a veces fuimos nubes con la mente«.