A tenor de mi penúltimo post, podría parecer que me he vuelto un abuelo cebolleta, gruñón y cascarrabias.
Aunque no dudo que llegaré a serlo, tiempo al tiempo, todavía sé apreciar el lado soleado de la vida.
Los siguientes restaurantes, por ejemplo, forman parte de él.
Meneghina
El italiano de Arianna Grau, con Roberto Colella a los fogones, ha evolucionado tanto que parece otro restaurante, distinto al que abrió hace dos años y medio. Distinto pero no peor, al contrario, y con el alma intacta. Sabores mediterráneos, nítidos, de una cocina italiana muy emotiva. Divertida ensalada de arroz. Muy logrados raviolis rellenos de Sicilia. Extraordinaria la pasta con jurel y salsa (casi crema) de pimientos. La carta de vino denota el mismo amor al detalle que la decoración del local, obra de Arianna que, por qué no decirlo, es una estupenda anfitriona.
Sergi de Meià
El cocinero homónimo se trae al Eixample a sus productores amigos y cocina con un estilo sencillo y esencial, clarividente. Platos llenos de tierra, como el ceviche de verduras. Platos pegalabios, como los monumentales pies de cerdo. Platos elevados, como la macedonia que encierra el verano en el ruedo del plato. Ojo al olfato con los vinos de Alberto León, sommelier, y a los desayunos de cuchara que la madre del chef, Adelaida, prepara cada mañana. Para que la salmodia “sabores como los de antes” no resulte una falsificación de la memoria Sergi ha metido a su madre en el restaurante. Más honesto, difícil.
Mirko Carturán
Si Mirko tuviera su casa en Barcelona y no en Caldes de Montbuí, su nombre y apellido irían precedidos de una almohadilla de lo más #foodie. El pueblo donde Mirko cocina es pequeño pero su cocina, enorme. ¿Cocina de autor? ¿De temporada? ¿De proximidad? Cocina buena, reflexionada y estimulante. Mirko es un cocinero sabio y jugón que no duda en emplear productos de la huerta calderina, trufas llegadas de Alba (su tierra) y pescados de las lonjas del Maresme. De mi última cena ahí, para ser franco, recuerdo poco, no fui con la idea de registrar y reseñar, sino de disfrutar en pareja. Disfrutamos como enanos y no solo con la comida. Charlar con Mirko y Txell, su esposa y magnífica jefa de sala, es un placer añadido.
El Cruce
Coincidencia: encontramos a Mirko y a su familia en el restaurante de Elsa Martínez. Con esta buena referencia la comida sólo podía ir bien. Y fue muy bien, excepto por un cordero que llega tieso, pasado de cocción. Lo achacamos a un mal día porque el resto es impecable. El resto: ajoblanco, tartar de atún, sardinas. Imborrable: el ajoblanco. Y mangífico el Via Edetana 2011. Tanto Elsa como Mirko participan del colectivo VO. Ojo con ellos. Y también con los vecinos de occidente.
Deja una respuesta