Hace unas semanas, Joselito, el productor de jamón ibérico de bellota superclase, hizo público el resultado de un estudio sobre los efectos de su jamón –y sólo el suyo– sobre las enfermedades inflamatorias del intestino, como la colitis crónica, cuyos síntomas vienen a ser irse por la pata abajo, sangrar por donde no se debería y dolores abdominales bastante molestos.
El estudio, financiado por la empresa jamonera y realizado a pachas entre un equipo de la Facultad de Medicina de la Universidad de Oviedo y otro equipo de la Facultad de Medicina Veterinaria de la Universidad Complutense de Madrid, observó tres grupos de ratas. Unas fueron alimentadas con pienso, otras con un jamón baratijo y las terceras con una dieta rica en Joselito –los roedores mejor comidos de la historia–.
La conclusión es que en la microbiota de las ratas alimentadas con Joselito se observaba una disminución de bacterias no muy convenientes y el aumento de otras bacterias con efectos antiinflamatorios.
Y hasta aquí todo bien. Absurdo, pero bien.
El ridículo vino luego, cuando parte de la prensa gastronómica dio pábulo al estudio y anunció los poderes mágicos del jamón en cuestión. Algunos veteranos periodistas llegaron a decir que los perniles de Joselito son mágicos y un superalimento. Otros dijeron animaladas parecidas. Periodistas, se supone.
Bastante jodida es la percepción del periodismo gastronómico. Se nos acusa de complacientes, de lameculos, de poco objetivos, poco críticos, zampabollos, sobornables…
Y quizá esa percepción no vaya mal encaminada.
No debería ser necesario decir que el resultado en ratas no es extrapolable a humanos. Tampoco, que la mayoría de personas no nos alimentamos con pienso. Menos gente aún se alimenta de jamón Joselito. Y quizá sí alguna más se alimente de jamón baratujo.
Tras los avisos de la ONU, tanto sobre la debida precaución en el consumo de carne procesada como los de carácter medioambiental, ¿era necesario dar aire a un despropósito de estudio como el de Joselito?
En lugar de dudar, contrastar y hacer preguntas incómodas, parte del periodismo gastronómico ha vuelto a complacer y descontextualizar. No es la primera ni será la última vez, por desgracia.
Supongo que estos colegas recibirán un jamón Joselito por Navidad.
Si no, no se entiende.