Categoría: Viajes

Estas son las crónicas de algunos de mis viajes.

  • Un viaje a Roma

    Llegamos a Roma y nos dan el cambiazo. Nuestro alojamiento, reservado por Airbnb, muta de ático con terraza a principal rodeado por un nudo viario elevado. Nuestra huésped se excusa diciendo que ese mediodía ha tenido un problema con el agua en su apartamento. Podía haber avisado con anterioridad, pero ha esperado a sorprendernos en directo. Dice que ha actuado de buena fe.

    En el Coliseo, el mayor espectáculo es un calor atroz. Hordas de turistas urbi et orbe rodean el circo en plena canícula. Es la caída del Imperio en diferido, hoy los bárbaros van armados con palitos selfie. Huímos a la plaza Navona en un taxi con aire acondicionado y conductor seco. Compramos dos helados: el primero es terrible, puro azúcar con colorante, el segundo supera las expectativas. Las heladerías se encuentran en establecimientos contíguos pero la distancia es enorme.

    Una osteria anuncia auténtica comida romana. La dejamos atrás para ver la Fontana de Trevi. La tribu armada con palitos selfies se agolpa aparatosamente, más barroca que la caída de agua. Anita Ekberg lo tendría imposible: con ese panorama, Marcello hubiera escapado despavorido. Lanzamos la moneda, pedimos salud y volvemos atrás: la osteria nos ha parecido fresca y confortable –el calor es atroz y viajamos con niños–. La promesa no se cumple, quizá la comida sea auténtica y romana, pero también es mala. Mala comida romana servida por camareros seguros de recibir clientes que jamás volverán a ver.

    Las Paellador de las Ramblas son auténtica comida barcelonesa.

    Lo mejor que encontramos en Roma es la Sagrada Familia –la nuestra–, el barrio de Monti, los Caravaggio y la cafetería de la galería Pamphilj, la exposición de Banksy –tan incisiva– y el barrio del Pigneto, donde habitan romanos amables y sonrientes.

    El Pigneto es un barrio sucio, obrero, hasta hace relativamente poco era un nido de yonkis y narcotraficantes. Lo están recuperando jóvenes romanos que huyen de los invasores del palito selfie. Es un barrio feo. No hay restos arqueológicos, iglesias pomposas, ni frescos renacentistas: las paredes se prestan más al grafitti y al moho. Pero el barrio nos acoge, los comercios no nos timan y tomamos la mejor cena en la Osteria Qui Se Magna!: berenjena parmigiana, pasta y pinot griggio. El restaurante está en el culo de Roma, la ciudad le ha dado la espalda al Pigneto, y sólo tienen un recurso para atraer comensales: hacerlo bien.

    Comemos bien en más ocasiones. No olvidaremos la última comida, que no cena, en un restaurante de nombre anticuado: Vecchia Roma. El antipasto de verduras de temporada y los riñones son magníficos, las glándulas llevan una salsa de ciruelas dulce como la dolce vitta. Parece un plato de Navidad.

    En Roma también hay taxistas amables. Cuando empezamos a hacernos a la ciudad, el atento Luiggi –recuerda a Roberto Begnini– nos devuelve al aeropuerto. Le echaremos de menos.

  • Salvador Miralles: el territorio en el alma

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    En la foto, Salvador Miralles (Horta de Sant Joan, 1950) alimenta a su rebaño de cabras blancas. Nacido pastor, abandonó su tierra con 18 años para ganarse la vida en el sector turístico.

    Con los años se formó como cocinero y regresó a Horta de Sant Joan para abrir una modesta fonda que ahora es su casa.
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  • Un Camí de Santiago

    El Camí de Santiago m’interessa només una mica més que la gènesi de la pelussa umbilical, sincerament. No obstant això, durant la passada Pasqua, vaig recórrer un particular Camí en quatre etapes fascinants.

    1. Tondeluna (Logroño): l’aposta més desenfadada de Francis Paniego. Restaurant urbà en una urbs diminuta.
    2. Echaurren Tradición (Ezcaray): bressol del llegat gastronòmic de la mare de Paniego, Marisa Sánchez. Quines croquetes!
    3. El Capricho (Jiménez de Jamuz): les millors carns del món, presumptament, surten d’una cova. I potser la millor cecina i llengua de vedella.
    4. Abastos 2.0 (Santiago): magnífica barra al costat del Mercado de Abastos. Inoblidable escamarlà, percebes, moll i homenatge al cuit gallec.

    Quina morriña!

  • La Ribagorza

    Llegamos a la casa de Xavi y Anna un lunes de noviembre, sin muchos planes por delante, con mucho tiempo para descubrir La Ribagorza, el Somontano de Barbastro y poco del Sobrarbe. La hospitalidad de Xavi nos arropa desde el primer momento, sabe que su rincón en el mundo es encantador y lo alimenta con cariño. Se llama Casa El Pelaire y la encontrarás en el diminuto pueblo de Perarrúa. Nos acogen Xavi, la casa, los inmensos Pirineos que se levantan como murallas inasequibles y los colores del otoño en los árboles caducifolios. Un río, el Ésera, de ruidoso caudal. Cuatro habitantes por kilómetro cuadrado. Nosotros, llegados del centro de Barcelona, no nos hacemos a tanta paz de buenas a primeras. Inevitable la conversación: «¿Te imaginas vivir aquí?». Pasamos cinco noches y seis días. Nos acompaña la lluvia y no nos importa. De la estancia, agradabilísima, destilo 6 recuerdos en clave gastronómica.

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  • Berlín

    Regresamos de Berlín sin muchas ganas, para ser honestos, de regresar. Durante dos semanas hemos podido rastrear sus calles, conversar con Nefertiti, detestar el tiempo otoñal que nos ha acompañado, comer como osos, retozar como tigres y constatar que, bajo su cielo gris, la ciudad tiene una energía que le iría muy bien a Barcelona. Volvemos a casa.

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    Volvemos enamorados, más que nunca, el uno del otro y ambos de este pequeño que nos acompaña allá donde vayamos. Volvemos algo magullados, a mí me ha mordido un caballo, a ti te atropelló una bici, el pequeño se quemó una mano. Y, a pesar de todo, Berlín ha despertado algo y deseamos su electricidad.

    Estamos ahora en casa, tranquilos, trabajando en este extraño mes de agosto de clima otoñal también en Barcelona, deseando visitar, de nuevo, Berlín u otra ciudad magnética.

    De lo que que comimos, quedan los siguientes recuerdos…

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